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Alcalde de Lima: la ciudad necesita un lugar para Yma Súmac

Por Jorge Valverde en "Hildebrandt en sus trece" del 1 de abril de 2022

Publicado: 2022-04-18


Un grupo cada vez más grande de ciudadanos, proponemos un nuevo museo de la memoria. Uno quizá tan útil como el que ya existe, pero que, en vez de recordarnos lo que no debe volver a pasar, nos aliente a repetir lo bueno, lo que nos llena de amor propio y nos hace la vida más llevadera. Un museo que, en vez de ubicarse en un lugar determinado con horarios y otras restricciones, funcione como una entelequia que, para activar otros sentimientos de comunidad, exhiba las intervenciones urbanas con las que cada distrito muestra su orgullo por sus referentes culturales, circunscritos muchas veces estos solo al ámbito educativo o a los cenáculos de siempre. Es decir, que forje identidad distrital con la cultura como insumo de actividades sociales o económicas.

Hablamos, por ejemplo, de los espacios y las dinámicas de ocio y de incubación y contacto de ideas que podría fomentar la alcaldía de Jesús María bajo la figura del poeta Luis Hernández. Del impulso artístico que podría dar el gobierno de La Victoria desde las reivindicaciones sociales que representan los hermanos Santa Cruz. O del lugar de encuentro que podría activarse en el barrio de Santa Beatriz con la generación poética del 50 como anfitrión.

No obstante, por ningún lado encontramos esas placas conmemorativas, monumentos o esculturas o esos nombres de avenidas, calles, plazas u otros espacios públicos con los que construir esa entelequia cultural capaz de salvarnos del mal recuerdo con el que los políticos suelen pasar a la historia. Es como si las municipalidades le negaran al vecino la posibilidad de sentirse feliz por vivir en el mismo barrio del cual salieron tales íconos culturales. O al visitante la ocasión de conocer emocionado nuestra ciudad a partir del lugar donde sus ídolos vivieron o fraguaron sus obras.

Sin embargo, a este tema las municipalidades solo le dedican desidia porque en algunos casos ni siquiera implica presupuesto. No tienen previsto, mucho menos como política cultural, el desarrollo de nuestra ciudad con estas presencias. En desproporción anti democrática, la ciudad se sigue llenando de señas religiosas, militares o a gusto y criterio de la alcaldía de turno (hasta para los políticos hay grandes avenidas) sin que ninguna dependencia dentro de estas abogue por las presencias de Victoria Santa Cruz, José María Arguedas, Martín Adán, Cristina Gálvez, Raúl García Zarate, María Rostworowski, Jorge Eduardo Eielson, Tilsa Tsuchiya, Víctor Humareda, César Moro, Alicia Maguiña, Juan Gonzalo Rose, Nelly Fonseca, Arturo ‘Zambo’ Cavero, Óscar Avilés, Sebastián Salazar Bondy u Oswaldo Reynoso, entre otros tantos. A las gerencias municipales que les corresponde hacerlo, por lo general, a las justas les alcanzan las miras, el tiempo y el presupuesto para programar actividades.

Y así llegamos a la invocación expresada en el título: ¿cómo le pedimos esto a las municipalidades distritales cuando la Municipalidad Metropolitana de Lima, la de más recursos y mayor capacidad de gestión, hasta ahora no ha hecho nada así por una figura de talla mundial como Yma Súmac? A los cien años del nacimiento de nuestra primera diva, es tal la falta de entusiasmo de su gerencia de cultura, que en este último año y medio hasta hemos tenido que proponer lugares y recoger firmas de apoyo. Lo último planteado ha sido que la llamada Plazuela de las Artes, ubicada al costado de Teatro Municipal de Lima, lleve su nombre con las correspondientes escultura y placa informativa.

Si nuestra municipalidad metropolitana tuviese incorporado el propósito referido antes, tratándose además de nuestra Princesa Inca, ahora no solo tendríamos el sitio ya destinado sino también el resultado del respectivo concurso de esculturas. Pero lo único que tenemos de su gerencia de cultura a menos de seis meses de la fecha central del centenario son, cuando han contestado, negativas. Para lo de la Plazuela de las Artes han apelado de manera confusa a un nombre anterior, el de Plazuela Rosa Merino.(1)  En caso sea así, ojalá pues que repongan oficialmente ese nombre para que Rosa Merino no se convierta en la mujer que solo dejaron de invisibilizar para oponerse a lo propuesto.

Pero por encima de estas anécdotas burocráticas el punto es ¿por qué nos tiene que costar tanto como ciudad comprender la necesidad de dedicarle un lugar en el Centro Histórico de Lima a una figura tan maravillosamente peruana como Yma Súmac? De seguir así, cada vez vamos a estar más lejos de las casas museo que en otras latitudes tienen, por ejemplo, Carmen Miranda, María Félix o Lola Flores.

Para que la municipalidad comenzara a buscar el mejor lugar posible desde un inicio, en octubre de 2020 cuando nos reunimos por primera vez con el subgerente de artes escénicas e industrias culturales, bastaba con saber que se trata de nuestra intérprete de mayor alcance internacional, con una cantidad de discos vendidos hasta hoy no superada por ningún otro peruano y cuya capacidad de registro vocal y propuesta estética la convirtió por décadas, junto con Machu Picchu, en casi los dos únicos referentes por los que se conocía al Perú en el extranjero. Que sus siete discos reditados enésimas veces y su participación en cuatro películas de la época dorada del cine estadounidense le dieron una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Y que hasta hoy su música no deja de versionarse en películas, series, programas de televisión, redes y eventos de todo tipo. En la banda sonora del último James Bond o en el último Super Bowl, para apuntar solo dos apariciones recientes. O, si seguimos, en la página web de Jimmy Page, el mítico guitarrista de Led Zeppelin.

Pero ahora tendremos que recalcar que la Peruvian Songbird, como la llamaba la revista Billboard, también es la artista cuya trayectoria representa un momento histórico a inicios del siglo XX cuando por primera vez se incorporaba a la cultura andina en las formas de pensar y expresar lo peruano. Encarna, igualmente, la situación del emigrante, aquel ciudadano que deja el Perú en busca de un mejor futuro —por culpa de nuestros malos gobiernos en la mayoría de los casos— y a quien luego, encima, le negamos la peruanidad en cada campaña electoral, según el color político de nuestra preferencia. Pone en evidencia, asimismo, las dificultades adicionales que, por su sola condición de género, todavía debe superar la mujer exitosa, a la que, en muchos casos, ni siquiera podemos explicar fuera de una lógica conservadora de hace dos siglos. De igual modo, la Kori-Tica, aquel personaje que interpretó en la película con Charlton Heston, El secreto de los Incas (1954), nos recuerda con su excepcionalidad cuán lejos aún estamos de tener industrias culturales en el país. Un quinto, pero no último, aspecto puesto de manifiesto lo encontramos en la apropiación que han hecho de ella los ciudadanos LGBT+, tal vez inspirados en su osadía artística, aquella que nos muestra cuánto carácter nos falta como sociedad para reconocernos como iguales dentro de la diversidad.

Porque representa la puesta en valor de estos procesos sociales, culturales e identitarios y por su arte que nos llena de goce, demandamos, Sr. Alcalde de Lima, un lugar privilegiado para Yma Súmac. De esta forma, pasará a nuestro lenguaje cotidiano una figura que sí nos representa y daremos el primer paso hacia ese gran museo-entelequia que active la memoria cultural de la mejor manera: en el espacio público.

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(1) A través del Acceso a la Información Pública, en memorando Nº D000095-2021-MML-GC-AL, a la pregunta por el nombre actual de llamada Plazuela de las Artes, señalaron el "nombre de Rosa Mercedes Ayarza Morales como el correspondiente a una plazuela protegida como parte del Centro Histórico", pero el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima 20019-2029 no menciona ni a esta ni a la Plazuela Rosa Merino. Luego, nos han dicho que el sustento es la inscripción del nombre en un azulejo, pero este data de los años ochenta cuando ese espacio, que era totalmente distinto en dimensiones al actual, lo usaban como estacionamiento.

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La mirada que soy

Proyecto de la asociación Isegoria sobre artistas asociables especialmente a grupos que son objeto de desigualdad.