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Nelly "Carlos Alberto" Fonseca

Para algunos, este 12 de octubre de 2020 son también los cien años de Nelly Fonseca, Carlos Alberto Fonseca o simplemente Tarito. Aquí algunas escenas de esa película que todavía no se ha hecho.

Publicado: 2020-10-12

Las primeras escenas de esta película que todavía no se ha hecho nos llevan a los años 40 del siglo pasado. Una noche de gala en la misma Plaza Municipal de Barranco, en cuya pérgola se dispone una orquesta. El maestro de ceremonias usa frases como “en esta apoteósica noche” y describe al distrito como una aldea de retretas y aventuras amorosas que hasta hace poco terminaban consagrándose en la Ermita. Entre tanto, la cámara nos muestra en una zona alejada de las autoridades a alguien bastante serio junto a otro ya de avanzada edad, pero con traza a lo Chaplin. Serán Estuardo Núñez y José María Eguren, respectivamente. También vemos a otro bastante desaliñado y festivo: Martín Adán. 

Las licencias de fechas otorgadas por la ficción hacen posible esta reunión con motivo de la presentación oficial del Himno de Barranco, cuyo autor de la letra es presentado fervorosamente como “Cantor de América”, “honra y prez de la poesía peruana" y “alto exponente de la intelectualidad continental". Uno puede pensar que se refieren a José Santos Chocano, pero no, es Carlos Alberto Fonseca.  

Él, con pelo escrupulosamente corto, saco plomo, camisa blanca, corbata de nudo y reloj elegantísimo, agradece los aplausos desde una silla de ruedas; aquella a la que se vio obligado desde temprana edad tras un desafortunado accidente. Ocurrido pocos años después de que su familia se instalara en Barranco dejando atrás Pacasmayo.

Escenas después, acabada la ceremonia, vemos al mismo Carlos Alberto en el dormitorio de su casa ubicada en lo que hoy es un edificio en la avenida San Martín 144. La cámara, con lentitud pudorosa, nos muestra por debajo de la ropas de Carlos Alberto un fragilísimo cuerpo de mujer. Será Nelly Fonseca, quien como todas las noches antes de dormir escribe.

El acto social previo pudo haber sido cualquier otro. Quizá un evento castrense donde se presenta el Himno Premilitar o el estreno en el Teatro Municipal de “La Perricholi”, ambas composiciones musicales con letras, también, de Nelly “Carlos Alberto” Fonseca. Tal vez un salón barranquino donde sus orgullosos padres organizan una recepción para informar a familiares y amigos que a sus apenas 17 años, pero con tres libros de poesía ya publicados –Rosas Matinales (1934), El heraldo del Porvenir (1936) y Luz de Sendero (1938)- Fonseca empieza a recibir reconocimientos desde el extranjero. 

Ahora bien, si el presupuesto de la película no permite lo anterior, el inicio puede ser solo una entrevista en la cual el/la poeta declara su admiración por Isadora Duncan, la bailarina estadounidense que “vivió entre la historia y leyenda recorriendo las rutas del milagro con sus pies desnudos”, en la misma afirma detestar en la mujeres “la estrechez de criterio que las convierten en un fiscal de las vidas ajenas, y las hace condenar tantas alegrías y tantos sabrosos pecados”.

Pero más allá del inicio, lo importante será que esta película se valdrá del biopic para sugerirnos las razones por las que Nelly Fonseca, con tan solo nueve años, justo a la edad del accidente, decide usar un seudónimo masculino y vestirse de hombre hasta casi el final de sus días, un 9 de abril de 1963. Pero más importante aún, la película nos dará luces sobre cómo manejaron en aquellos años este tema las personas que la admiraron o conocieron.

Y yo voy así, con mi soberbia triste,  
redimiendo una dicha que no existe 
con el oro triunfal de mis canciones;  

Impasible al clamor que me saluda,
llevando aquí, sobre la piel desnuda, 
un rojo cinturón de tentaciones… 

Monumento en el cementerio El Ángel

Otra opción. Quizá en vez de una película de época se prefiera otra que alterne el registro documental. O nos cuente la historia desde el hoy, desde los colectivos movidos por la lucha a favor de la igualdad de género, por ejemplo.  

Puestos al caso, tal vez veamos el monumento y busto que conmemora a Fonseca en el Cementerio El Ángel o el pasaje Arboccó en Barranco, el que hace honores a los ilustres vecinos del distrito –Jorge del Castillo y Alan García, entre ellos lamentablemente- sin mencionarla; a la vez que escuchamos a Estuardo Núñez decir “es una pérdida de tiempo hablar de ella. Ella vivía frente a mi casa, no tiene ninguna significación y trascendencia en la vida cultural”.

Antes hemos visto el Rolls Royce que usaba para ejercer sus labores en algún periódico o en la secretaria privada de Rafael Larco Herrera cuando fue vice presidente del gobierno de Manuel Prado. O para dirigirse a la playa Agua Dulce luego de haber tejido un vestido para una muñeca de juguete o haber empastado uno de sus libros mientras recordaba al actor argentino Juan Carlos Croharé o al poeta Óscar Ponce de León, a quienes tuvo como pretendientes.

Así, nos vamos enterando que Nelly “Carlos Alberto” Fonseca no tiene una entrada en Wikipedia. Tampoco un programa dedicado por Sucedió en el Perú. Que sus libros –se suman a los antes mencionados El poema de América (1938), Voces de América (1940), Sembrador de estrellas (1942), Preludios íntimos (1945), Juan Carlos Croharé (1947) y Herodes y Bethmoora, la que mira el mar (1949)- solo se encuentran, si se encuentran, en unas pocas bibliotecas universitarias. Que a pesar de ubicarla el peruanista Luis Monguió dentro de la poesía postmodernista, para Augusto Tamayo Vargas y Luis Alberto Sánchez no existe. Tampoco para Ricardo González Vigil. Que los diccionarios enciclopédicos de Alberto Tauro del Pino y Carlos Milla Batres mencionan sus libros, pero en las notas biográficas parecen reducirla al prematuro accidente o esforzarse por resaltar su “feminidad”. Más raro todavía, César Toro Montalvo cita en una edición de 2013 a quien parece defenderla “fehacientemente” de las “acusaciones” de lesbiana o feminista.  

Pero también nos muestran un libro valioso de título Nelly Fonseca. Selección antológica y estudios (Centro Cultural de España; AECID, 2009), el que además de algunos de sus poemas nos brinda una divertida historia de Rodrigo Núñez y un estudio de Rocío Castro que recuerda a las muchas escritoras con seudónimo masculino. Una constante trazable desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta el neutro J.K. Rowling.

Pero, nuevamente, lo más importante será que con la película asistiremos, sin sobredimensionarla ni simplificarla, a la voluntad de Fonseca por tentar o asumir una identidad distinta a la biológica. Y a diferencia del biopic, el documental sí ahondará necesariamente en si solo fue una performance o acto público para patentizar alguna injusticia o absurda convención. Se preguntará cuán pública fue su decisión, cuántos aspectos de su vida abarcó, con qué identidad, por ejemplo, se carteaba con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. O hasta qué punto la extracción económica y social de su familia, así como su composición, evitó la cruel marginación en la que suelen desembocar estas opciones. Indagará, pues, sobre los beneficios o validaciones que le reportó la identidad masculina, las relaciones de esto con su precocidad y discapacidad repentina –superada largamente en otros aspectos-, y con su propia poesía.

Príncipe Negro, el Viento de la Noche,  
- capa de seda y antifaz de raso- 
sabe cómo las lianas del reproche 
se rompen a su paso… 

Cómo los lirios del pudor se abaten
al poderoso aliento de la Vida  

Toca pues, a través del cine o de cualquier otro modo de expresión, acudir a esta vida para oponerse a aquel reparo frente a las biografías por temor al desmerecimiento de una obra –como si algunas vidas no fueran una obra en sí- con el adagio fordiano que reza imprimir primero la leyenda. Pero también porque de esta forma nos empapamos de aquellos conceptos, historias o casos tan necesarios y urgentes hoy para sensibilizarnos mejor respecto a esta diversidad en la que nos ha tocado convivir.

                                                                    

                                                                                                                    Jorge Valverde.


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* Hasta lo buscado no está claro si su nacimiento fue un 12 de octubre de 1916 o 1920.



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La mirada que soy

Proyecto de la asociación Isegoria sobre artistas asociables especialmente a grupos que son objeto de desigualdad.