Serafina Quinteras a Delia Castro, su mamá.
A MANERA DE PRÓLOGO
Lima, 1 de agosto de 1989
Señora
DELIA CASTRO DE GONZÁLES
MAMA:
Como en todos mis pensamientos estás tú, te estoy escribiendo una carta, en lugar de un prólogo para este libro que tan generosamente me edita CONCYTEC. Y es que como siempre, eternamente, ¡eres lo más sagrado en mi vida! Nunca pude hacerte versos, todo lo que escribía para ti me parecía malo; me acuerdo que empecé: “Hoy puedes decirme tus desilusiones, contarme tus penas, confiarme tus quejas; hoy se han igualado nuestras condiciones: las dos somos madres, las dos somos viejas”. ¡Pero no pude seguir, era muy poca cosa! A veces quisiera decirte tanto, que se me agolpan las ideas y no me sale nada. Mamá, te acuerdas que cuando cumplí quince años me escribiste “SOLAS”.
“Que solas estamos hija idolatrada.
Que solas. Que tristes. Que faltas de amor…”
Mamá de mi alma, no sigo, pues desde que tú me dijiste que no llorara, porque te hacía mucho daño, no he vuelto a llorar. Hablaremos de otra cosa. Te cuento (como cuando era chiquita, que siempre te contaba algo) que tengo la vejez más feliz que pude imaginar, claro que sé que tú sabes cómo es mi vida, porque nunca te apartas de mí; tengo todo lo que tú no tuviste, y que yo no te puede dar; es una de mis penas… claro que nunca me separé de ti y siempre estuvimos juntas, eso me consuela… un poco. Te acuerdas, mamita, ¿cuántas cosas, de toda clase, hemos pasado? ¡Eras maravillosa! Con tu gracia y tu inteligencia incomparable, endulzabas la vida de dolor y pobreza.
Pero, ¡basta de recordar tristezas ¡Te vuelvo a contar (aunque lo sepas) que desde que me dijiste “Te dejo mi cabeza”, empecé a escribir; claro que nunca como tú, pero algo hice y eso arregló mi vida definitivamente. Mi fe en Dios y en ti, me acompañan hasta este momento; tengo el aprecio y la ayuda de las personas verdaderamente valiosas. Tengo el amor de mis hijos. La amistad y el respeto de gente joven que dice que soy un “ejemplo”, ¡que ocurrencia! Lo que tengo es la sinceridad que tú me inculcaste y un… poquito de simpatía que heredé de ti. Bueno, también tú me dejase el amor a la música criolla. Todo eso me lo diste tú. ¡Adoro a mi Pueblo, hasta con sus defectos! Por eso todo lo que escribo es para él, para su tristeza, su abandono, para la indiferencia que siempre hubo para sus penas. Lástima que yo lo único que puedo darle son canciones. Mamá: esto debió ser un Prólogo, pero resultó un verdadero “CAJÓN DE SASTRE”, que tú, gracias a Dios, entiendes en su propio volumen. Mamá como siempre, juntas.
ESMERALDA GONZÁLES (SERAFINA QUINTERAS)
* Prólogo del libro Cajón de sastre (CONCYTEC, 1989)